Una reflexión sobre el arte perdido de la conversación inteligente en redes sociales
Era septiembre de 2011, y yo acababa de lanzar al éter digital una pregunta que creía simple: ¿qué es más importante en un asado, las costillas o el vacío? Lo que siguió fue una lección magistral sobre cómo un grupo de amigos puede transformar lo mundano en épico, lo culinario en político, y lo casual en filosófico.
Navegando por los archivos digitales de mi pasado, me topé con esta conversación que se extendió por casi dos años en Facebook. Al releerla más de una década después, me doy cuenta de que asistí (y ayudé a crear) algo que hoy parece imposible: un debate en redes sociales que, en lugar de polarizar, elevó el nivel de la conversación hasta convertirla en una forma de arte colectivo.
El Experimento Accidental
Todo comenzó con una provocación consciente. No era ingenuo; sabía que estaba abriendo una «caja de Pandora gastronómica». Pero mi intuición me decía que el asado, como fenómeno cultural argentino, merecía más que charlas superficiales. Era «digno de una tesis de grado», escribí, y no me equivoqué.

Lo que no anticipé fue la capacidad de mis amigos para tomar la pelota y correr con ella hacia territorios inexplorados. Juan Vivas inmediatamente cuestionó la dicotomía propuesta, preguntando por qué excluir el matambre y las achuras. Era una pregunta válida que reveló algo importante: estaba frente a pensadores que no iban a aceptar marcos limitados.
La Emergencia de Voces Distintivas
Cada participante encontró su registro único dentro del juego intelectual que estábamos construyendo:
Martín Cortázar se reveló como el pragmático apasionado, defendiendo las costillas con argumentos técnicos pero sin perder el entusiasmo. Su mención de las morcillas del Bocha mostró cómo podíamos expandir el territorio conceptual sin perder el foco.
Nardo Escanilla se convirtió en el poeta laureado del debate, introduciendo dimensiones sociológicas y existenciales que nadie había anticipado. Su distinción entre el asado de «changos del barrio» (costillas) versus «intelectualoides que filosofan» (vacío) fue un momento de brillantez analítica disfrazada de humor.
Matías Bianchi emergió como la voz de la síntesis integradora, rechazando lo que llamó «falsas polarizaciones» y alertando contra las tendencias divisionistas. Su propuesta de secuencia temporal (costillas primero, vacío después) mostró que había pensado profundamente sobre la arquitectura experiencial del asado.

El Giro Inesperado: Cuando lo Culinario se Vuelve Político
Pero fue Diego Dragotto quien introdujo el elemento más disruptivo: la falda como tercera vía, y su conexión explícita con el peronismo. «El asado de falda es el asado del pueblo», declaró, cerrando con un «viva Perón carajo» que cambió completamente el registro de la conversación.
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